Bully

Bully pone en evidencia a esas películas que pretende ir sobre asesinatos y en realidad van sobre entretenimiento. Tiene toda la tristeza y fealdad, todo la confusión, crueldad y estupidez de las cosas auténticas. (...) Una obra maestra, una escalofriante censura de una sociedad que no ofrece absolutamente nada a algunos de sus jóvenes.

Hay una terrible belleza en el trabajo de Larry Clark, el controvertido fotógrafo reconvertido en cineasta, que trasciende el nihilismo 'chic'.

Una tiene que preguntarse sobre el estado mental de un director de mediana edad que, de forma reiterada, busca material sobre la amoralidad y promiscuidad de unos adolescentes con poco que decir.