Hace un tiempo Gerardo conoció a otro señor de su misma edad llamado Berardo. Al decir el nombre, Berardo expresó su opinión violentamente, diciendo que la «G» se la debían y que Gerardo, como era dueño de alguna manera le había robado algo. Berardo intenta entonces recuperar algo que pronto va más allá de un nombre de bautismo. Gerardo presencia este extraño espectáculo de sí mismo como un lugar donde, después de Berardo, otras personas intentan recuperar algo a cambio, algo que se les escapa de sí mismos. Tres mujeres - Adália, Miranda y Virginia - son testigos de este juego
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