Nacido en 1873 en un barrio pobre de Nápoles, Enrico Caruso conquistó el mundo con su voz cantante. A los 27 años consiguió un contrato en la Scala de Milán y su ya considerable popularidad se disparó gracias a la invención del gramófono. Vendió millones de discos y obtuvo reconocimiento internacional. En 1903 se trasladó a Nueva York para actuar en la prestigiosa Metropolitan Opera, en el papel de Radamés. Pero su riqueza y fama atrajeron la atención de la mafia, que empezó a chantajearlo. Se sintió atrapado por su fama y murió con tan solo 48 años. El biógrafo Francesco Canessa, el crítico musical Jürgen Kesting y el compositor Micha Hamel explican los altibajos del hombre detrás de la eterna voz italiana.
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