A. O. Scott (The New York Times)

Precisamente porque sus actitudes son tan claramente hedonistas y apolíticas, Harold y Kumar consiguen ser suficientemente convincentes en lo que a criticar el status quo se refiere, pues la película es lo suficientemente inteligente como para ser consciente de esa es parte de su función.

John DeFore (The Hollywood Reporter)

Carece del novedoso encanto que hizo que la primera película fuera un placer tan inesperado -y culpable-.

Richard Corliss (Time)

Ambas películas -esta y la anterior- piensan que los americanos pueden beneficiarse de aprender lo peor y lo más raro de ellos. Harold y Kumar son patriotas fumadores de marihuana en la primera película sobre la tortura que no te deja mal cuerpo. Y Errol Morris se merece la medalla de la libertad.

Alberto Bermejo (Diario El Mundo)

Las gracias escatológicas se alternan con una insoportable cursilería de corte televisivo (...) falta de ingenio incluso para las parodias facilonas, resueltas sin excepción con brocha gorda y sal.

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