Esta secuela del estupendo filme de Steven Sodebergh pretende tomar lo más atractivo de aquella película y construirlo todo en base a ello. Aquella reflexión sobre el sueño americano o las complicaciones vitales de los protagonistas quedan reducidas a poco más que alguna frase fuera de lugar. Todo resulta mucho más simple en esta secuela y no pasa de ser un entretenido pasatiempo veraniego: un grupo de viejas glorias del striptease que intentan despedirse por la puerta grande con un último espectáculo. Únase a ello que la puesta en escena de Gregory Jacobs no es demasiado inspirada. Con todo hay que reconocer que la cinta es entretenida y cumple con los mínimos exigibles de calidad. Un pasatiempo sin más con defectos bastante evidentes.