La película, basada en una novela de Mitch Cullin, transcurre en tres espacios temporales distintos, la actualidad con un Sherlock muy mayor que no consigue aceptar su decadencia física e intelectual, un pasado reciente en el que Holmes visita Japón y la investigación del caso que le llevó a dejar de ejercer como detective. Si bien estas tres vertienrtes podrían haber dado mucho juego, lo cierto es que el director se muestra incapaz de profundizar de verdad en ninguna de ellas. Hay cosas interesantes –a Sherlock no le gusta la imagen que dio Watson de él en sus obras- sobre las que se pasa de puntillas. Entre los aciertos hay que destacar la idea de recuperar a Nicholas Rowe - protagonista de la estupenda 'El secreto de la pirámide'- para dar vida a un Sherlock Holmes que el protagonista va a ver al cine. Sin embargo, y pese a lo fallido de la propuesta, la cinta merece ya la pena sólo por la magistral interpretación de Ian McKellen, a la altura de los mejores Sherlocks de la historia del cine. El veterano actor utiliza una amplia variedad de registros sin abandonar las líneas maestras del mítico personaje, optando por humanizarlo de una forma muy sutil. Una película que no triunfa en su intento de dar un giro al mito de Sherlock Holmes pero que alcanza gran entidad gracias al maravilloso trabajo de Ian McKellen. |