La película no está tan mal como la ha puesto la crítica más sesuda siempre que uno se la tome como lo que es: un simple entretenimiento sin ninguna visión histórica precisa. Ciertamente, el despliegue de espectacularidad visual se les ha ido un poco de las manos - no había visto tal orgía de efectos digitales superfluos desde la trilogía de precuelas de Star Wars - pero lo que vemos hay que tomárselo simplemente como una fantasía. Eso sí, el filme padece del 'síndrome del videojuego': los protagonistas pasando niveles y enfrentándose a jefes finales. Si todo aquí es exagerado también podemos incluir las actuaciones, especialmente la de Gerard Butler. El guión es una acumulación de lugares comunes y la capacidad dramática del conjunto es nula. La dirección de Proyas resulta exagerada, dando vueltas a la cámara sin parar. Una película falta de pretensiones y fidelidad histórica cuya única meta es el entretenimiento del espectador. Pasable siempre que no le pidas más que eso. |