De entrada resulta raro que Mateo Garrone, un director que hasta ahora había mostrado su interés en relatos de corte social, se implique en elaborar un producto que está en las antípodas de lo anterior. A pesar de contar con un acabado técnico irreprochable en el que ha combinado un sugerente universo y una gran fuerza visual basada en unos diseños en los que no solo la belleza estética sino la fealdad física y psicológica son importantes, y una acertada banda sonora de Alexandre Desplat, este filme no consigue superar las limitaciones de su guión para atrapar al espectador (las tres historias no mantienen un nivel uniforme), careciendo del necesario equilibrio aún contando con algunos momentos de genialidad. A las interpretaciones les falta más pasión y alguna destaca lamentablemente para mal (Salma Hayek). El mensaje de la película llega claro pero la forma de transmitirlo resulta algo torpe si no te dejas epatar por su elaborada estética. Pasable sin más. |