Es mejor que la afrontes con un enfoque de pieza experimental, una meditación cinematográfica sobre el amor, la pérdida y la identidad. Como película con un reparto de lujo, es absurdamente hermética: un misterio sin nada que te guíe.
Estamos ante un Malick rigurosamente Malick que irrita y entusiasma a partes iguales y casi en la misma frase. Estamos ante un vacío que retrata como nunca antes la virtud de este (y no otro) vacío.
Un perpetuum mobile en torno a los actores que se convierten en modelos sin frase, en puros motivos visuales de rostro magnífico pero vaciados de dramaturgia y psicología.