Desde el primer episodio, la serie me atrapó con su mezcla de humor y profundidad emocional. Michelle Williams ofrece una interpretación conmovedora y auténtica de Molly, haciéndome reír y llorar en cuestión de minutos. La química entre Williams y Jenny Slate es palpable, reflejando una amistad genuina que añade capas a la narrativa. La dirección de Shannon Murphy es sensible y respetuosa, manejando temas delicados con gracia. Sin duda, un comienzo prometedor que me deja ansioso por ver más. |