La hija eterna se publicó originalmente como parte de nuestra cobertura del Festival Internacional de Cine de Toronto de 2022.
Con sus dos últimas películas, The Souvenir y su secuela The Souvenir: Parte II, Joanna Hogg exploró a Julie (interpretada por Honor Swinton Byrne), una aspirante a directora de cine que primero experimenta el dolor de un amor condenado y luego intenta hacer una película sobre ese amor que la dejó marcada. Dentro de esa historia, Hogg eligió a Tilda Swinton -la madre real de Honor Swinton Byrne- para que interpretara a la madre de Julie, un personaje que no es el centro de atención, pero que también deja una impresión duradera, una figura clave en la vida de Julie a medida que se va descubriendo a sí misma. En La hija eterna, Hogg ha hecho de la relación entre una madre y una hija el eje central, en lo que podría ser lo más parecido a una historia de terror de Hogg.
Swinton -lo que empieza a ser una costumbre para ella- interpreta un doble papel, asumiendo tanto el de Julie como el de su madre Rosalind. La pareja acude a un hotel aislado, un hotel que Rosalind visitaba a menudo en sus tiempos de juventud, mientras Julie intenta conocer más detalles sobre la vida de su madre para hacer una película sobre ella. Desde el momento en que Julie se registra en el hotel con una recepcionista (una Carly-Sophia Davies hilarantemente grosera) que parece estar en desacuerdo con todo lo que dice, algo parece estar mal en este hotel. La niebla parece emanar de los terrenos, cubriendo el lugar con un manto de secretismo (ayudado por la impresionante fotografía de Ed Rutherford), y parece que Julie y Rosalind son las únicas que se alojan en el hotel. Aunque La hija eterna parece el comienzo de una historia gótica, Hogg la convierte en una historia sobre los fantasmas del pasado -tanto buenos como malos- y los remordimientos que nos persiguen años después.
En cierto modo, La hija eterna parece un capítulo más de la metanarrativa de El recuerdo, ya que sitúa la historia de la madre y la hija en el centro de la historia, mientras Hogg vuelve a investigar las decisiones que podría haber tomado de otra manera, pero esta vez con su madre y no con un amor fallido. Incluso para una narradora paciente y lenta como Hogg, La hija eterna puede parecer casi glacial en su impulso narrativo a veces, pero esa decisión coincide con el tono atormentado de la historia. Hogg enmarca esta mirada emocional a su propia relación con su madre dentro de la estética de una historia de fantasmas, ya que Julie permanece atormentada por lo que hizo y lo que podría haber hecho. Es un enfoque fascinante, y gracias a él, la historia de Hogg nos mantiene fascinados, incluso cuando el ritmo es gradual y pesado.
Tilda Swinton ha trabajado con algunos de los mejores directores de nuestra generación, como Wes Anderson, Luca Guadagnino y Bong Joon-ho. Pero las colaboraciones de Swinton con Hogg tienen algo verdaderamente especial, ya que, a través de sus múltiples películas juntas, Hogg disecciona su relación con su propia madre, un viaje personal que siempre es conmovedor y hermoso de ver. Swinton ya ha interpretado a varios personajes en una película, pero aquí no resulta llamativo, y es casi una forma de que Hogg presente cómo, en algunos aspectos fundamentales, somos exactamente como nuestros padres. Al igual que en el plano final de El recuerdo: Parte II, Hogg se aleja para mostrar la imagen más amplia de su historia, con La hija eterna, es como si Hogg dejara muy claro desde el principio que se trata de sus sentimientos hacia su madre, a la que claramente quería profundamente.
Al igual que en El recuerdo: Parte II, Hogg se aleja al final de La hija eterna como una forma de explicar lo que realmente está sucediendo aquí, recontextualizando estas vacaciones, y de nuevo, se siente como Hogg abriéndose al público exponiendo la verdad de sus razonamientos al hacer esta película, y desnudando su alma al público. Con estas tres últimas películas, Hogg ha demostrado la belleza y el poder de sus historias extremadamente personales, que incluso cuando tienen un toque casi sobrenatural como aquí, siguen siendo igual de emotivas y conmovedoras. En una carrera repleta de grandes interpretaciones, Swinton sigue haciendo algunos de sus mejores trabajos con Hogg, y ésta demuestra una vez más que es una de las narradoras personales más notables del cine actual. Con La hija eterna, Hogg continúa su viaje de autoexploración con películas impresionantes y poderosas que fluyen con brillantez y belleza.
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