Francis Dayle "Chick" Hearn tenía algo. Ese algo que no necesita explicación. En el caso de Chick, podía oírse. Su voz cautivó a todos los que la oyeron, hizo que la gente se sintiera unida a los Lakers, al baloncesto. Hizo que los aficionados se sintieran unidos a algo mucho más profundo que un simple partido de baloncesto.
"Cuando eres auténtico, la gente lo ve. No puedes ocultarlo. Puedes fingir todo lo que quieras, pero no puedes ocultarlo. Te hacía sentir como en casa, además estaba en el salón de todos, ¿sabes? Con 82 partidos, está en tu salón 82 veces al año. Te enamorabas de él", nos explica Stu Lantz, comentarista deportivo y compañero de retransmisiones de Hearn durante 15 años.
Ahora, Chick ya no está aquí, se sienta sobre la línea lateral oeste en el punto más alto, pero de alguna manera, todavía está aquí. Incluso Stu dice: "Cada vez que entro en el estadio, pienso en él".
"Chickicismos" es como se llaman hoy sus palabras y frases, lo que Chick creó. Cuando la franquicia de los Lakers llegó a Los Ángeles en la temporada 1960-61, también llegó Chick Hearn. Era el locutor del equipo tanto para la televisión como para la radio, una retransmisión simultánea. La mayoría de los equipos se repartían la responsabilidad con una persona especializada en la retransmisión por televisión y otra especializada en la retransmisión por radio, pero eso habría sido un flaco favor para cualquier canal que no contara con Chick. Su voz estaba hecha para ambos.
"Cambió literalmente la forma en que la gente veía y escuchaba el fútbol. Tenía un don extraordinario", nos explica Derek Fisher, ex-jugador de los Lakers y actual analista de Spectrum SportsNet.
Era apasionado y práctico a partes iguales. Su visión era precisa pero imaginativa. Su estilo era siempre rápido y claro. Chick encontraba su ritmo desde el rebote de una pelota de baloncesto, e incluso cuando los jugadores fallaban, él nunca perdía el ritmo.
Hearn consiguió todo un un récord, al haber retransmitido 3.338 partidos consecutivos de los Lakers desde el 21 de noviembre de 1965, en el Los Angeles Sports Arena. Quizá su dedicación se debía a su amor por el deporte. Quizá sabía cuánto le necesitaban los aficionados.
Después de más de 3.000 partidos consecutivos, la única razón lo suficientemente poderosa para alejarle de su silla en la cabina de retransmisión fue una operación de bypass cardíaco en diciembre de 2001 por una válvula aórtica bloqueada. Regresó en abril de 2002, justo a tiempo para que los Lakers buscaran su último campeonato para completar el tricampeonato.
Robert Horry recuerda esta época de jugador con Chick a su lado: "Muchas veces, cuando yo estaba allí, no se encontraba bien, pero lo superó. Tuvo que pedirle a su mujer, Marge, que le acompañara. Y piénsalo, la mayoría de la gente diría: 'No, sólo voy a jugar en casa'. No, no Chick. Él dijo: "Me encanta este juego, voy a seguir adelante". Empezó a traer a su mujer y a luchar contra todas las enfermedades. Siguió adelante".
Durante 42 años, Chick escribió el libro sobre el lenguaje del baloncesto: Finger roll, charity stripe, triple-doble, slam dunk - esos términos son básicos en el juego -. Pero su discurso iba mucho más allá, tenía frases, metáforas, símiles, analogías que daban pulso al juego.
Tiene una estatua fuera del estadio, una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, un lugar en el Naismith Memorial Hall of Fame, una camiseta en las vigas y una voz en la cabeza de todos.
Chick demostró a todos los que le escucharon que la grandeza también está fuera de la pista. Durante 42 años, describió momentos que formarían parte de la historia y pensó que sólo estaba retransmitiendo, pero también se estaba convirtiendo en parte de la historia. Mostró a todo el mundo que la grandeza no consiste sólo en ganar. Chick demostró a todo el mundo que la grandeza consiste en ir a trabajar y hacer tu trabajo lo mejor que puedas, día tras día, por aquellos que dependen de ti. | 
Política de Privacidad
