Rumbo a un planeta remoto en la parte más lejana de la galaxia, la tripulación de la nave Covenant descubre lo que considerarán un paraíso inexplorado, pero que en realidad es un oscuro y peligroso mundo cuyo único habitante es el androide David (Michael Fassbender), superviviente de la desafortunada expedición Prometheus.
Además de demostrar su dominio a la hora de crear tensión y emoción, Scott ha creado de manera eficaz un satisfactorio híbrido de 'Alien', 'Prometheus' e incluso 'Aliens' de James Cameron.
Scott recupera el mecanismo febril de la saga original de manera tan poco original como irrenunciable (...) se mueve sin descanso entre la excitación y la fiebre
Esta vez la apuesta de Ridley Scott es más epidérmica que cerebral, más inquieta que reflexiva, más juguetona con el espectador que intelectualmente cómplice
Sin ser una mala película, este regreso de Ridley Scott a la saga que él mismo inició resulta tan decepcionante como su anterior entrega de Prometheus. El filme está condicionado por su condición de película puente entre 'Prometheus' y 'Alien, el octavo pasajero', tiene cosas de ambas y las une con bastante solvencia. El guión propone ideas interesantes pero se acaba quedando en lo superficial. No hay ningún giro estimulante y todo va sucediendo en la forma que uno espera que pase y la única sorpresa del filme se ve venir de lejos. Las escenas de acecho no tienen especial interés y están resuletas con cierta desgana. Las mejores escenas resultan ser las de diálogos en las que interviene el personaje de Michael Fassbender. Como contrapartida, la heroína interpretada por Katherine Waterston resulta decepcionante. Una correcta película de ciencia ficción que va por caminos demasiado trillados en la saga sin aportar ningún elemento nuevo.