Ran

Me siento como si acabara de ver el color en una película por primera vez.

Hay muchas cosas que me gustan de Ran. Su forma de encontrar corazón y belleza en una historia alimentada por el odio y la tensión es uno de mis aspectos favoritos, supongo. Pero también está el color. Y la edición. Y todo lo demás.

Me alegro mucho de que ésta no fuera mi primera película de Kurosawa y de que, sin querer, me haya ido abriendo camino hasta llegar a ella. Porque, aunque es una obra cinematográfica fantástica por sí sola, hay algo realmente especial cuando se sitúa en el contexto de sus otras obras. Ran pone a prueba todas las habilidades que Kurosawa ha dominado a lo largo de su carrera. Como resultado, se obtiene lo que sin duda es su mejor obra y una experiencia tan buena que llamarla abrumadora sería quedarse corto.

Caos.

Sin embargo, no hay casi nada caótico en Ran. Un cierto grado de armonía está siempre presente, independientemente de lo que se represente en pantalla, ya sea guerra, manipulación, traición o masacre. Un campo pisoteado por caballos pero imperturbable, soldados marchando y cantando ordenadamente, un campo de batalla filmado en silencio. Incluso el fuego y el humo parecían geométricamente simétricos. Todo parece tan... calculado. Organizado. Cada accesorio, hasta cada mota de polvo, está exactamente donde Kurosawa quería que estuviera. La posición de los actores, hacia dónde mirarían, dónde pondrían las manos, incluso las montañas del fondo, las flores, las nubes, todo está ajustado para encajar perfectamente en cada fotograma. Kurosawa tenía pleno control sobre su película, como un pintor tendría sobre su cuadro.

Ahora, eso es algo.

Nada como los viejos tiempos. La escala de la producción y la duración de la película. Caballos de verdad y gran cantidad de extras. Como su título. El argumento se convierte en un caos. Ese final, pobre chico ...