Mientras una plaga devastadora -conocida como la Muerte Roja- diezma la población de una pequeña provincia italiana, el sádico y excéntrico príncipe Próspero se encierra con sus amigos en una de sus propiedades fortificadas para evitar el contagio. Para evadirse de la tragedia, decide organizar una fiesta de máscaras, en la que somete a los invitados a todo tipo de juegos depravados, de los que sólo podrán salir indemnes dos inocentes.
Hay dos elementos que le otorgan a la película un lugar aparte. El primero, que se desarrolle en muy pocos espacios y contagie esa sensación de extraño ahogo de los personajes. La segunda, relacionada con la primera, el extraordinario uso dramático del color diseñado por Nicholas Roeg.