A la hora de aproximarse a hacer la crítica de esta película hay que diferenciar entre sus dos vertientes, la del espectáculo visual y la de las emociones que nos transmiten sus personajes. En un filme con actores de tanto talento como Jason Clarke, Josh Brolin, Jake Gyllenhaal, John Hawkes, Robin Wright, Emily Watson o Keira Knightley uno esperaría que las motivaciones de sus personajes resultaran menos superficiales y fueran expuestas con agilidad para no perjudicar el ritmo de una cinta de aventuras, pero lo cierto es que cuando empieza la tragedia uno no siente demasiada empatía por los protagonistas. Esa falta de interés es el mayor lastre de la película. Sin embargo, en su vertiente de aventura resulta espectacular, tanto a nivel técnico como en eel trabajo de puesta en escena. Las escenas de tensión son rodadas con excelente pulso por Kormákur, quien además compone unos planos realmente potentes, muy por encima de su deslavazado guión. El hecho de rodar la mayor parte de la película en escenarios reales es otro de los grandes aciertos. Un gran espectáculo visual algo lastrado por un deficiente tratamiento de sus personajes.