El nuevo trabajo detrás las cámaras de Darren Aronofsky es capaz de fascinar e irritar a partes iguales dada su apuesta radical en el uso de metáforas que acabará irritando a más de uno. Abundan los primeros planos de Lawrence para marcar su desorientación, su personaje no termina de entender lo que sucede, todo ello en una atmósfera ensimismada e irreal. La película exige mantener nuestra atención al máximo, absorbiendo la gran cantidad de información que nos suministra: hay una gran cantidad de elementos que aparecen en el filme que rebosan en significado. Un cóctel de religión, drama y terror que funciona mejor como vehículo teológico que en su vertiente inquietante. |