The Portuguese House

Con unos diálogos pausados y maravillosamente escritos donde se detectan tanto las huellas de Éric Rohmer como la de los cuentos de la oratoria tradicional, unos escenarios de Ponte de Lima (norte de Portugal) que invitan a pasar allí las vacaciones de verano y un ritmo pausado con abundantes silencios que recuerdan a las cintas de Víctor Erice, Mario Camus o Carlos Saura, Una finca portuguesa es una deliciosa y enigmática fábula que nos reconcilia con el malparado género humano.

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Pero este no es el único aliciente de la película, ya que la cinta explora temas tan interesantes como la búsqueda de uno mismo, la soledad, las segundas oportunidades o el valor de los secretos con un halo de misterio que parece haber encandilado a la crítica, que alaba su propuesta y su brillante puesta en escena a la par que las interpretaciones de su dueto protagonista.

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Y si bien esta línea narrativa ha sido explotada hasta el hartazgo en el cine español reciente (de hecho, el director de fotografía es Santiago Racaj, el mismo de casi todo el cine de Jonás Trueba y también de VERANO 1993, quizás la película que más hizo por popularizar la temática del «retorno al campo» en el cine español), el agregado de esa zona de intriga existencial le da al film una complejidad y una melancolía inesperadas.

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