En los rincones más oscuros de su juventud, Angelina Jolie atravesó una etapa de profunda desesperación que la llevó a idear un plan escalofriante: contratar a un asesino a sueldo para que pusiera fin a su vida.
La actriz, pese a su entorno acomodado y su futuro prometedor, no fue inmune a los pensamientos autodestructivos que, según la Organización Mundial de la Salud, afectan a más de 720.000 personas al año en todo el mundo, sin importar clase social o fama.
La historia de Jolie demuestra que la vulnerabilidad puede golpear incluso a quienes parecen tenerlo todo.
“Incluso las estrellas más brillantes pueden atravesar sus noches más oscuras.”

En 2001, durante una entrevista, la actriz confesó que llegó a contactar con un sicario en Nueva York, convencida de que, si moría a manos de otro, sus seres queridos no se sentirían culpables ni responsables de su pérdida.
Dos años más tarde, explicó que su plan partía de la empatía hacia su madre y amigos: pensaba que un asesinato sería menos devastador para ellos que un suicidio. Su lógica retorcida revelaba el tormento emocional que sufría y cómo trataba de proteger a los demás incluso en su peor momento.
“El dolor de la mente puede ser tan devastador como cualquier herida física.”
Sin embargo, la vida dio un giro inesperado cuando el asesino, lejos de actuar de inmediato, le hizo una pregunta que cambió su destino: le pidió que se lo pensara y lo llamara dos meses después. Ese breve aplazamiento funcionó como un punto de inflexión.
Jolie decidió seguir adelante, transformando su desesperación en fuerza y terminando por convertirse en una de las grandes estrellas de Hollywood, un ejemplo de resiliencia y superación personal.

“A veces, una simple pregunta puede salvar una vida.” |