Mientras está embarcando con su clase en el vuelo 180 con destino a París, Alex tiene el presentimiento de que el avión va a explotar. Se produce un alboroto y él, una profesora y otros seis compañeros son obligados a desembarcar. Ya en tierra todos comprueban horrorizados cómo el presentimiento del joven resulta ser cierto. Alex descubre que posee el don de saber cuándo, dónde y cómo va a golpear la muerte.
Su sorprendente matanza sólo decepciona por un final demasiado trillado y por un guion que a veces da la impresión de haberse ideado en un brainstorming de Austin Powers
Tiene un humor mordaz, trampas mortales de Rube Goldberg y conversaciones inmaduras pero honestas sobre el destino. También tiene una escena inicial que garantiza que nunca jamás se mostrará en un avión