1942. Gilles, un joven belga, es arrestado por las SS junto con otros judíos y enviado a un campo de concentración en Alemania. Evita por poco la ejecución jurando a los guardias que no es judío, sino persa. Esta mentira lo salva temporalmente, pero luego a Gilles se le asigna una misión aparentemente insostenible: enseñar persa a Koch, el oficial a cargo de la cocina del campamento, que sueña con abrir un restaurante en Persia (Irán) una vez que termine la guerra. Gilles se ve obligado a inventar un idioma que no conoce, palabra por palabra. A medida que la relación inusual entre los dos hombres comienza a incitar celos y sospechas, Gilles se da cuenta de que un movimiento en falso podría exponer su estafa.
No cuesta mucho rendirse ante las virtudes de 'El profesor de persa', una obra de premisa ocurrente, factura impecable, interpretaciones de quitarse el sombrero (o la kipá)
Genera dosis efectivas de tensión a partir del evidente riesgo que afronta su héroe, pero a cambio resulta tan inverosímil que acaba insultando a la audiencia y trivializando los horrores que recrea
Película sobre el holocausto y presentada en la Berlinale, rescata una pequeña historia que se convierte en emotiva. Jill es un judío que se hace pasar por persa para esquivar la muerte.