Empezó con fuerza, el clásico encanto de Adam Sandler, vibraciones divertidas y una historia sólida que se hacía eco del espíritu de la primera película. Durante las primeras tres cuartas partes, fue entretenida y tuvo buen ritmo. Pero entonces llegó el torneo final... y ahí es donde las cosas se salieron de madre. La trama dio un giro extraño, inverosímil, tonto y totalmente desconectado del resto de la película. Sandler suele dar la talla, pero este final da la sensación de que ha perdido el rumbo, literalmente. |