David y Diego son los únicos monjes católicos bizantinos de Sudamérica. Sus días transcurren en un monasterio que fundaron hace poco tiempo en un paraje seco y aislado de la provincia de Buenos Aires, y que aún están construyendo. David pinta iconos, y Diego traduce textos cristianos del griego y del ruso al castellano. Ambos pertenecen al rito bizantino, emparentado a la tradición del primer cristianismo.
El paisaje de la naturaleza, que cada día se filtra por las ventanas de las celdas, marca las horas para cada actividad. De las sierras David extrae los pigmentos con los que pinta sus iconos. Un día esta rutina es alterada por la llegada de un visitante que debido a la sequía de meses, desea pedirles una procesión para rogar por lluvia. Esa misma noche, las voces de los monjes y los cantos de los fieles se confunden con los sonidos de las primeras gotas que comienzan a caer. Al dia siguiente David y Diego dejan el monasterio para retirarse a las sierras. Allí en el paisaje y el silencio abisma el misterio, esta es la partitura de la música callada.
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