Críticas de la prensa de LA SOMBRA DEL ACTOR

Esta es la mejor interpretación de Pacino en años. (...) muestra con un mordaz ingenio los terrores de una capacidad que ha ido a menos. Verlo interpretar es [como] una clase magistral.

Pacino (...) usa el papel como un juego de espejos para contemplar su propio declive y comunicar una conmovedora desesperación.

Aunque nunca alcanza la genialidad de la novela -y en eso conspiran varias subtramas nunca bien resueltas-, el film encara también un aspecto tan común a los actores: el cruce entre fantasía y realidad.

Liderada por un vibrante y profundamente entregado Al Pacino y una muy buena interpretación secundaria de Greta Gerwig, [es una] película desigual pero cautivante. 

Una mezcla salvaje de tragedia y comedia, que encuentra su tono a mitad de camino y acaba resultando entretenida. 

La película es demasiado astuta como para calificarla de exagerada, pero por debajo de la comedia hierven corrientes subterráneas de ira y desesperación. 

[Una] desigual adaptación de la penúltima novela de Philip Roth (...) Su principal logro es que evita ser pretenciosa. 

Perfecta. (...) [Levinson] acierta a desnudar el drama hasta la más evidente de las carcajadas. (...) el actor se entretiene en divertirse, en ridiculizarse, en entregarse desnudo. 

El resultado final es más que aceptable. (...) [Pacino] es el principal imán de esta película tan rara como interesante. 

Un filme que es demasiado Pacino, todo él, y demasiado poco en lo demás. 

Una película notoriamente fallida, destartalada. 

No es la mejor novela de Roth, tampoco la mejor película de Levinson, pero sí es una buena actuación la de Al Pacino, que en cierto modo hace de sí mismo. 

Una comicidad entre negra y absurda impregna parte del nuevo film de Barry Levinson que, conocedor de la materia prima con la que cuenta, adecua la trama a la personalidad de Pacino. El resultado es una película autorreferencial, con ciertos tropezones narrativos. 

La puesta (...) está al servicio de la deslumbrante performance de Pacino, definitivamente teatral, oscilando entre la realidad y la ficción que plantea el universo de la historia, que paradójicamente lo muestra como lo que es, una criatura cinematográfica. 

Una película puesta al servicio de un actor que, a esta altura del recorrido, está más allá del bien y del mal. 

Se salva a medias, y el mérito debe ser distribuido entre la presencia de Pacino, que realmente carga con una considerable dosis de matices a su problemático protagonista, y los chispazos de ácido humor que el libreto dispara aquí y allá. 

Flm con torpezas formales y técnicas más propias de un amateur que de Barry Levinson.