La tragicomedia de Yo, mi madre y los otros se mantiene dentro de los confines de una vena depresiva consentida, lo que le asegura un estilo manido pero honesto.
Por todo ello, Iair Said huye de una risa más cruel y menos distinguida, directamente ligada a la torpeza de su morfología, cuyo potencial burlesco deja escapar involuntariamente algunas señales al margen de ciertas secuencias. |