Richard Brody (The New Yorker)

Es un grandioso y caprichoso carnaval de depravación neo-medieval. Es también una alegoría mudpunk de la barbarie y el atraso de Rusia. 

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Nicolas Rapold (The New York Times)

Su turbio ambiente impone una mentalidad medieval que resulta genuina: brutal, aunque a menudo jovialmente inquieta y cruda, pre-psicológica en su sentido de las baratijas de la vida y, sin embargo rica con las costumbres locales y el detalle. 

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Michael Atkinson (Village Voice)

Una épica sacudida a través del círculo del Infierno que Dante dejó fuera, donde somos sepultados hasta la barbilla en estiércol húmedo. 

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Jordi Costa (Diario El País)

Propone una incómoda inmersión en la barbarie sin bombona de oxígeno: una obra mayor que pide (y merece) entrega incondicional. 

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Carlos Bonfil (Diario La Jornada)

'Qué difícil es ser un dios' es, en nuestros días y con mucha oportunidad, una cinta claramente política. Detrás de sus alegorías y su barroquismo excesivo, se hace patente el estado actual de sociedades occidentales. 

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Alonso Díaz de la Vega (Diario El Universal)

Más que una narración, 'Qué difícil es ser un dios' es una experiencia que entiende a los sentidos como un castigo. (...) Este brillante estilo y su agudeza crítica ponen la obra de German por encima de la de Andréi Tarkovski. 

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Diego Lerer (MicropsiaCine.com)

Es un viaje alucinante hacia ninguna parte que se ve en estado de asombro y fascinación permanentes. 

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