Filme que parte de una propuesta ridícula: Kevin Spacey se pone en la piel de un ejecutivo que acaba convirtiéndose en un gato. La película arranca con unos vídeos graciosos de gatos de internet y pega un bajón de interés del que ya no se recupera. Lo mejor de la función es, por supuesto, Spacey que aporta unas gotas de sobriedad al conjunto mientras está en su forma humana. Un relato convencional en el que se ve venir a la legua lo que va a suceder, incluyendo la consabida moraleja final. |