Debo ser algo raro, pero nunca me enganché a la –en mi opinión- sobrevalorada y repetitiva serie House. Si a House le quitas las doce ironías -muy ingeniosas, eso sí- por capítulo del Dr. House, apenas te queda gran cosa. De hecho si te lees en alguna revista o web Los 100 mejores diálogos de House, ya has visto lo mejor -al menos de las dos primeras temporadas, que es hasta donde llegué-. Esa es la diferencia entre hacer una serie basada prácticamente en un personaje y hacer una serie coral y global como Urgencias (E.R.), que se fueron George Clooney -y muchos otros- y seguía siendo un impresionante drama hospitalario.
Californication también padece de la arriesgada apuesta de apoyarse en un protagonista rompedor, pero afortunadamente resulta una atrevida comedia negra, con su particular House (Duchovny), no por lo que dice, sino por lo que hace. Aquí el protagonista quizá no tenga tanto ingenio, pero es que en esta serie no sólo se habla, sino que se practica de facto – ¡y cómo!- cualquier verbo relacionado con prácticamente todo vicio o pecado carnal conocido.
Sólo se han emitido los primeros capítulos, pero el enganche y la sorpresa es tan impactante como el inconmensurable episodio piloto (Al igual que con otras series de este siglo, si fueran cine estaríamos ante una de las mejores películas -aquí, una comedia negra- del año, y bien se podría haber titulado Fuck, Hank, Fuck).
La dirección es estilosa, el guión tan irreverente como adictivo. En definitiva, y a falta de otra palabra, Californication es, como dicen los chavales de hoy en día, una serie bestial. Aunque desde luego no es una serie para chavales; es -en el mayor sentido de la expresión- una serie adulta. No es que haya mucho sexo, que lo hay, es que los diálogos son tan explícitos que apuntan directamente al ámbito privado e íntimo, allí donde en público nunca suelen ir, porque sacarían los colores –y quejas- de gente que, por otro lado, no me extrañaría que en privado les encantara actuar como este crápula cautivador. La promiscuidad como forma de vida. Bienvenidos a la fascinante autodestrucción de un personaje vividor con visos de legendario. Y a Tom Kapinos, el creador de esta brillante irreverencia, sólo decirle: Gracias. Gracias por resarcirnos de todo el sexo que Duchovny no tuvo con la agente Scully. Muera Fox Mulder, bienvenido Hank Moody.
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