Las actuaciones y la calidad técnica son innegables, y en su conjunto, la serie logra entretener. No puedo evitar sentirme satisfecho al ver a Matthew Broderick en pantalla. Sin embargo, lo que más me conmovió fue la franqueza de los descargos de responsabilidad al comienzo de cada episodio. La sensación de impunidad de los Sackler es asombrosa, ahora que están protegidos de futuras demandas. Aunque quizás la única satisfacción proviene de ver cómo su nombre se borra de los lugares que financiaron con su fortuna mal habida. Desgraciadamente, su legado es más bien una mancha. |