Un septuagenario Al Pacino nos ofrece una interpretación (relativamente) contenida para lo que es habitual en él interpretando a un cerrajero melancólico que afronta su senectud con un trabajo precario y su gata, y que vive atormentado por el recuerdo de una mujer a la que dejó pasar para formar una familia con la que fue su esposa. Los encuentros entre Pacino y el devastado personaje de Holly Hunter - una amiga que podría sustituir a la mujer del pasado - resultan ser lo mejor de la película: la escena en la que Pacino, sin pretenderlo, la humilla con sus palabras de amor a otra mujer resulta memorable. Una película de actores más allá de cualquier otra consideración. |