La película acaba siendo un total disparate. Los giros de guión, una de las armas principales para hacer una gran película, deben de ser buenos y sorprendernos realmente. El problema es que los de este filme no consigue que éstos tengan sentido en función de lo visto hasta entonces. Para rematar el desaguisado en este segundo largometraje de la incipiente filmografía de Oriol Paulo, el desenlace es tan delirante que nadie puede tomárselo en serio. Con todo, el planteamiento inicial no es tá mal, copiando cierto tipo de thriller estadounidense, algo que también se aplica a su acabado visual. De los personajes sólo el interpretado por Mario Casas tiene cierta credibilidad siendo el resto poco más que meros recursos de la narración sin voz propia. Un desastre de película que viola alegremente toda lógica de la suspensión de la incredulidad. |