Se pegan a nuestra piel y alma, a nuestra ropa. Creemos que los compramos, ellos son nuestros dueños. Advertencia ! Estos harapos son traidores: lejos de vestirnos, exponen nuestros complejos, nuestros estados de ánimo... Aferrándose a sus perchas, también a nuestros recuerdos, ejercen una dictadura clandestina. Acurrucados, acurrucados, construyen un baluarte contra el olvido en nuestros armarios. A menudo manchados para la eternidad con tinta o grosella, impregnados de perfume, a veces de lágrimas, amontonados o desordenados en nuestras estanterías, quedan para siempre ligados a los capítulos felices o infelices de nuestra vida. Es a través de la evocación de su vestuario que Gigi, Eve, Marie, Nora, Françoise, Amanda, Lisa y las demás evocan el pasado, las citas perdidas y las que cambiaron sus vidas, las alegrías y las revueltas de la infancia, las risitas, las decepciones, los dramas, fiestas y esperanzas también…
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